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04 Feb
04Feb

No se con certeza por qué he recordado esta anécdota ni por qué me he sentado a escribirla, pero me voy a remontar  otra vez a 1990. Ya lo hice en otros blogs cuando les conté la historia de amor con mi esposo. Y es que el cuento de Zoe está archivado en las memorias de los días en que me reencontré con Jorge después de siete años sin verlo.

Zoe es de esas personas que conoces  y probablemente pases 30 años sin recordarla. Ella no fue ni tan siquiera una amiga cercana. Para mi era solo una estudiante más del primer año de la carrera que estudiábamos en La universidad de La Habana. De hecho, después del primer año nunca más la vi. No me gustaba su manera de mirar pero simplemente no me afectaba. Hasta un dia en el que supuestamente afectándome, me hizo un gran favor.

Estábamos en la clase de filosofia cuando la profesora hizo su introducción preguntándonos nuestro propio concepto de la felicidad antes de adentrarse en el de Sócrates y en el de Platón. Nadie respondía. Supongo que en pleno periodo especial cubano la gente no tenia mucho que aportar a ese concepto. Sin embargo yo estaba feliz y no podía ocultarlo, me había reencontrado con Jorge y poco me importaba que el transporte estuviera malo o que no hubiera comida. Yo estaba feliz y quería que el mundo lo supiera. Así que cuando la profesora me señaló directamente y en contra de mi voluntad para que le respondiera, le dije algo que ahora no recuerdo bien. Solo se que  le respondí sonriendo. Mi respuesta no fue nada del otro mundo, tenia algo que ver con lograr sueños y metas, poco más que eso, pero mi sonrisa me delató a tal punto que la profesora me felicitó, no por la respuesta, sino por la felicidad que se me salía.

Mis amigas cercanas sabían la razón de mi alegría y también sonrieron ante la expresión de la profesora. Pero de repente, entre el leve murmullo del auditorio se escuchó una voz que venia de dos filas de asientos más atrás. Era la voz de Zoe.

-"Habló la Señora Sentimiento"- Fue todo lo que dijo Zoe con tal ironía y un tono de voz burlón. Fue de tan mal gusto que los de la clase volvieron la mirada hacia ella para entender el por qué del comentario. Y fue obvio que aquello no era con la profesora, sino conmigo.

Creo que Zoe era de esas personas que le molestaba la felicidad de los demás. Me bastó poco tiempo para darme cuenta. Esa misma tarde, después de la clase de filosofía, hubo una reunión. Una ridícula reunión de esas que hacían para promover estudiantes a la Unión de Jóvenes Comunistas. Nadie te preguntaba si tú querías o no pertenecer pero ellos te hacían el conocido "proceso" aunque tú no quisieras. Separaron el grupo en dos, los que ya eran militantes y los que no. Y empezaron a analizar uno por uno a los que no lo éramos. Los militantes eran quienes daban sus opiniones y decidían quienes de los del otro bando cumplían los requisitos para ser integrados. Y fueron analizando uno por uno. Cuando llegaron a mi, adivinen cual militante se levantó para opinar, Zoe.

Con una mirada que hablaba mucho más que sus palabras y deleitándose en ellas se pronunció en su jerga comunista diciendo que yo no cumplía los requisitos. ¡Ay por Dios! De verdad que me da risa recordar lo único que pudo decir. Dijo que yo no tenía condiciones porque no habia ido a un trabajo voluntario o algún desfile, y que siempre estaba en los recesos entre clases haciendo cuentos con mis amigas y riendo. No recuerdo los detalles exactos, pero insinuó que mis amigas y yo nos burlábamos de los demás. Lo de la risa era verdad, lo de burlarse de otros, falso. 

¿Sería ella una persona envidiosa o amargada? Bueno, vamos a decir que quizás a Zoe no le gustaban las personas felices. Solo se que ella queriendo hacerme mal me hizo el bien que yo quería y que siempre le agradeceré por haber interrumpido mi "proceso" de la UJC.

A lo largo de los años he visto personas envidiar a otros. Son personas que se delatan con sus expresiones verbales y extra verbales. Se les nota que quieren tener lo que tienen los demás. No se alegran con las alegrías de sus conocidos y desgraciadamente quieren que otros fallen, porque les hace sentir bien que éstos tengan menos que ellos. Y no está mal tener sueños, metas y desear que algo bueno nos acontezca, el problema está en resentirse contra alguien que ya tiene lo que deseamos alcanzar.

Nadie está exento de sentir esa fea emoción llamada envidia, pero hay un antídoto que funciona muy bien contra ella, y es el agradecimiento. Todos estamos en la continua búsqueda de la felicidad, y eso es muy bueno, pero no olvidemos que lo que Dios nos ha dado ya es una buena razón para estar felices y para no mirar tanto al lado y codiciar lo que ya tienen otros. 

A lo mejor, esto de la envidia y de la felicidad no tiene nada que ver con Zoe, pero por alguna razón pensando en estas cosas, me acordé de ella.




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