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25 Apr
25Apr

Cada quien tiene en su mente la película de su propia vida. Hoy quiero contarte un poco de mis mejores escenas, de esas que guardo en mis recuerdos con tanto cariño que siempre que las pienso me hacen sonreír. Pertenecen a mi adolescencia y juventud, épocas en las que no existían ni los celulares, ni la internet con sus redes sociales. Solo algunos dichosos contaban con un teléfono analógico en su hogar, y la mayoría teníamos que usar el transporte público para movernos. Sin embargo en aquel mundo para nada tan conectado como el actual, alguien muy superior a las redes y a la tecnología se las arregló para hilvanar estas escenas cuando ni yo misma sabía que marcarían el comienzo del resto de mi vida. 

Todo empezó en Cuba, en marzo de 1990... o  más bien siete años antes.

1990

Decidida a esperar, no por el príncipe azul, sino por alguien con quien de verdad valiera la pena compartir el resto de mi vida, puse un stop a mis relaciones amorosas. Estaba en la Universidad de la Habana, estudiando la carrera, que por aquel entonces creía que sería mi profesión y estaba muy entusiasmada, aunque para ser sincera, mis mejores momentos los pasaba en el Abrantes, el famoso estadio deportivo universitario, haciendo hasta dos tandas diarias de ejercicios aeróbicos. Y cuando llegaba a mi casa todo lo que hacia era estudiar y escuchar la música del momento. Disfrutaba también encontrarme cada mañana en la facultad de Farmacia con mis nuevas amigas y enterarme antes de entrar a clase de los nuevos acontecimientos de sus vidas. Yo, en cambio, no tenia mucho que contar de mi por aquellos días, a no ser de las locuras de mi profesora de aeróbicos. Hasta que una tarde en casa de una de mis compañeras, además de romper el plan de estudio que teníamos para el examen del lunes siguiente, me convertí en el centro de atención por algo que pregunté, cuando una de ellas mencionó que había estudiado en la Vocacional Lenin. 

-¿Y en cual unidad estudiaste Raiza? 

- En la 5 - me respondió.

Automáticamente hubo una conexión en mi cerebro entre ese número y el seudónimo de alguien en el cual no había pensado durante años. O a lo mejor si, probablemente si habia pensado, pero como no existían posibilidades de volverlo a ver,  se quedó como una intriga en mi vida. Y solo aparecía como uno de esos pensamientos lejanos que pasan sin permiso con la consecuente interrogante  "¿Qué habrá sido de la vida de él?" 

- ¿Tú conociste al Casco?- Le dije sin pensarlo y ni yo misma entendí por qué hacía esa pregunta tan fuera de lugar. 

-¿El Casco?- Raiza se quedó pensando unos pocos segundos y luego me preguntó antes de responderme: 

-¿Un trigueñito que jugaba basquet? 

-¡Sí! -afirmé yo- Lo conocí cuando él estaba en la secundaria en la Unidad 2 hace muchos años y desde entonces era bastante famoso por eso del basquet. Supongo que después, en el Pre, habría pasado a la 5.

- Bueno, yo soy dos años menor que él, y aunque no lo conocí personalmente, si sabía quien era. 

- ¿Y qué fue de su vida? ¿Sabes en dónde está ahora? 

- Si no me equivoco creo que está estudiando medicina y que vive en Marianao.

No se cómo, de verdad que no lo se, pero en ese momento, en la sala de aquella casa colonial de la Habana Vieja sentí la extraña corazonada de que volvería a encontrar a ese trigueñito basquetbolista que llamó mi atención una tarde de 1983, cuando yo solo tenia 13 años.


1983

La piscina de la Secundaria estaba entre las unidades 2 y 3 de la Escuela Vocacional Lenin y según mis recuerdos pocas veces estaba disponible para disfrutarla. Pero esa tarde de primavera estaba repleta de alumnos de la 1 y de la 2. Algunos nadando en el poco espacio libre que encontraban, otros exhibiendo sus estilos de "clavado",  otros jugando a la guerrita con las muchachas encima de sus hombros, y otros como yo apoyados a un lateral conversando de cualquier cosa o riendo de cualquier chiste. Había un gran bullicio hasta que comenzó a llover y todos corrieron hacia los albergues. 

Pero yo me quedé sentada en el borde de la piscina y de nuevo tengo que decir que no se por qué lo hice. Solo se que de pronto, un muchacho, el mismo que una amiga un año mayor que yo me había presentado pocos días atrás, llegó nadando por debajo del agua hasta mi y sorprendiéndome me sonrió. Solo se que unos segundos más tardes se sentó a mi lado y que sin importarnos que casi éramos desconocidos disfrutamos la conversación como si no estuviera lloviendo. No recuerdo apenas el tema, pero si que estuvimos hablando hasta que dejó de llover y salió el sol del atardecer. Hubiéramos seguido allí, pero en el mismo momento que supuse que mis amigas ya con sus uniformes azules iban de camino hacia la cola del comedor, un profesor a través de un altoparlante  gritó desde uno de los edificios:

- Esos dos estudiantes que están sentados en la piscina no pueden estar ahi.

Así que la conversación se quedó para ser continuada quizás en otro momento. El Casco se despidió de mi con esa sonrisa tan diferente a otras que había conocido, luego siguió su rumbo hacia su Unidad, la 2 y yo subí de prisa las escaleras que me llevaban hasta mi albergue en la 1, y sin darme cuenta, yo también iba sonriendo.


1990

- ¿Pero qué pasó después?- Preguntó  Lissette, otra de mis amigas

Al otro día del encuentro en la piscina, cuando sonó el timbre del último turno de clase, el Casco se apareció en la puerta de mi aula. Me quedé maravillada cuando me pidió la carpeta que llevaba con mis libros y libretas para llevarla él, mientras me acompañó hasta mi albergue. Estaba sorprendida con su gentileza, había algo diferente en él que no podía discernir, algo que definitivamente me gustaba. Pero después que nos despedimos un pensamiento extraño se me cruzó en la cabeza. Y como siempre me han gustado los guiones, me inventé uno propio cuando alguien me dijo a la hora del baño, que la anterior novia del Casco estaba en "algo" con otro que había sido novio mío meses atrás. Aclaro que novio, lo que se dice novio, no, quizás un caminar tomados de la mano por el pasillo central de la escuela alguna que otra vez. No más que eso. Pero en mi telenovela personal, yo había decidido que el Casco se estaba fijando en mi  para "darle en la cabeza" (como decían en aquella época) a la que había sido su novia. 

- ¿Y Entonces? - Preguntó Diana, ya cerrando los libros, porque definitivamente esa tarde no se estudiaría más en la casa de Carina.

Entonces, habia otra historia en mi vida antes del día de la piscina. Mi mejor amigo, estaba interesado en mi y yo le tenia cariño. Estaba en mi grupo y compartíamos muchas veces la misma mesa.  Nos llevábamos muy bien, yo creo que más que nada porque a los dos nos gustaban las canciones de Camilo Sesto. La realidad es que cuando se terminó el pase de fin de semana y había que regresar el domingo en la tarde a la escuela en una de aquellas incómodas guaguas Girón, de esas en las que nos sentábamos tres en asientos de dos, alli mismo me inventé otra escena: "Si yo de verdad le gusto al Casco,  seguro me buscará esta misma tarde, pero si Armando me busca primero, significará que es a él a quien debo elegir" ¿Y saben qué? Armando llegó primero.

- ¡Ahhh!- exclamaron mis amigas.

- No me pidan más... solo tenia 13 años. Meses después me fui de la Lenin, han pasado siete años y nunca más supe de él... hasta hoy.

Esa tarde, al salir de la casa de Carina y de regreso a la mía en Centro Habana, por poco se me pasa la parada donde me debía bajar del ómnibus. Iba pensando en el Casco y en lo que nunca pasó entre nosotros, ni pasaría, porque también supuse que Marianao quedaba más lejos de lo que realmente estaba. No obstante, volví a sentir la extraña corazonada, pero muy lejos de imaginar lo que ocurriría una semana después.


Continuará.


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