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01 Feb
01Feb

Y de pronto, cuando más emocionada estaba con el estreno de mi nuevo estudio de fotografía tuve que apagar sus luces, desconectar la computadora y agarrar solo una cámara, para dejar atrás por unos dias las comodidades de mi casa y viajar a un lugar que no estaba ni en mis sueños ni en mi bucket List. No tenia una comprensión precisa de lo que mi esposo y yo haríamos en aquellas distantes aldeas de Guatemala, que por mucho que buscamos no logramos encontrar en el mapa. Ni aun el sabelotodo de Google pudo darnos claridad. Solo sabíamos que dormiríamos en Chiquimulilla, una provincia al sur de Guatemala, casi llegando a El Salvador , y que cada dia nos trasladaríamos hacia aquellas aldeas en las montañas a las que en temporada de lluvia es prácticamente imposible llegar. Afortunadamente Enero es temporada seca y aunque el camino es demasiado complicado logramos llegar cada mañana hasta las pequeñas comunidades de Guayabales y Chanlapa para cumplir con los planes diseñados por el motor impulsor de este proyector: el Dr Scott Robertson. 

Jorge conoció a Scott hace un par de años cuando él se ofreció de voluntario para las clases de ESL de nuestra iglesia y allí, poco a poco le fue contando del gran proyecto de los últimos años de su vida. Una aventura que él mismo inició hace dos décadas atrás cuando llegó por primera vez a Guatemala. No voy a contar la historia, para no adelantar el video documental que tengo en turno para editar dentro de pocos dias. A eso fui a Guatemala, a capturar con fotos y videos la noble misión de Scott y de esas increíbles personas que forman su equipo. Gente de aquí de Estados Unidos que año tras año se le han ido sumando. Jorge y yo hemos sido los últimos en incorporarnos y colaborar de esta manera con los sueños de Scott.

Durante la semana recordé mucho las escuelas al campo en Cuba, por el agua fría de la ducha del hotelito donde nos estábamos quedando en Chiquimulilla, llamado "La Esperanza". También por los bombillos extremadamente ahorradores de la habitación del hotel, que apenas me dejaban ver en el espejo del baño. Por las almohadas y colchones duros y porque me costó adaptarme a una forma de comer diferente, pues extrañé todo el tiempo el plato colorido de vegetales y ensaladas del que no me aburro jamás en todas mis comidas.  Pero todas estas cosas de las que solía darme cuenta cuando estaba en La esperanza, se convertían en mi vergüenza privada cada vez que subíamos a la montaña. Allí no había agua fría porque ni tan siquiera hay agua, a no ser en unos tanques que Scott y su gente lograron poner hace un año en la escuela de la aldea. No habían bombillos ahorradores porque no hay corriente, y probablemente la mayoría de los habitantes no tendrían tan siquiera ni colchones ni almohadas duras. Y no quiero mencionar el tema de la comida, porque supe que muchos de los que viven allí se alimentan con unas tres tortillas de maíz o de harina al dia. La realidad es que lidié toda la semana con esos sentimientos de queja y vergüenza casi que a la misma vez.

Otros de mis sentimientos encontrados tenían que ver con esas preguntas silentes al verme rodeada de tanta pobreza y necesidades abrumadoras. Pensaba una y otra vez: ¿Qué tanto podemos hacer nosotros aquí si por más que se haga, no se notará el avance? Me dolía creer que era yo la única que pensaba así, pues el resto del equipo enfocado cien por ciento en su trabajo se veían convencidos de que su misión era importante y necesaria. Hasta llegué a preguntar a Lidya, una increíble guatemalteca  que acompañaba al equipo como traductora, por qué las personas de Guayabales no se iban de la montaña. Es que estaba viendo la vida sin corriente eléctrica de día, pero no quería imaginar como sería el panorama  allí noche tras noche. Lidya me respondió que estas personas no tienen opciones, no tienen dinero para comprar o rentar casa en un pueblo más civilizado y no pueden vender lo que tienen para irse porque es tan poco que nadie les compraría. En fin, un callejón si salida. Y a ese callejón llega Scott cada año, con uno o varios proyectos diferentes,  para llevar un poco de esperanza a esas pobres personas, y de paso para abofetear con cada uno de ellos, mi incredulidad.

Los proyectos de este año fueron construir un muro de contención para impedir que la escuelita se hundiera o desplazara de lugar en temporada de lluvia, pues ya estaba rumbo a ese camino. Para esto los americanos no solo pusieron la mano de obra, su fuerza y su tiempo, sino también su dinero con la compra de todos los materiales. Cada dia subían las tres camionetas cargadas de cemento, gravilla y todo lo que fuese necesario. También estaba en el grupo una doctora que fue con la misión de atender pacientes que nunca reciben atención. Fue una linda experiencia ver a mi esposo reencontrarse con su primera y amada profesión, la medicina, pues entre él y la doctora vieron casi 300 pacientes. También se compraron medicamentos para algunos, pero la verdad es que siempre fueron insuficientes. Es que no hay manera de calcular tanta necesidad ni dinero para solventarla. Además se impartieron cursos de CPR y Primeros Auxilios con equipos costosos que se llevaron desde Estados Unidos y que afortunadamente nos dejaron pasar. Hasta participamos de una reunión con el departamento de salud de Chiquimulilla para programar ayudas futuras. Se ofrecieron becas para que algunos jóvenes puedan estudiar enfermería y otros oficios. Y ahora mientras escribo me doy cuenta que todo suma, que todo cuenta. Algo que me era difícil ver alli, ahora logro ver con claridad.

Viajé a Guatemala para documentar el trabajo de Scott y su maravilloso equipo y a pesar de mis interrogantes secretas me sentí todo el tiempo inspirada y agradecida por ser parte de ellos.  Pero a la vez quería regresar y volver a mi trabajo con Celebra Productions, a mi iglesia Vida Abundante, a mi casa, a mi familia. Sin embargo, ahora que estoy aqui, en la calma de mi hogar, siento que cada una de las fotos y videos que capturé, me hablan.  Son imágenes que reflejan rostros y lugares humildes perdidos en una montaña olvidada. Imágenes que también están llenas de acciones de amor, que para Dios seguramente tienen mucho sentido porque "Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor". (Proverbios 19:17)

Haz click aquí para ver las imágenes porque ellas hablan mejor que yo.

Y aquí puedes ver un video resumen de 12 minutos



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